1. Maestro, se encrespan las aguas
y ruge la tempestad;
los grandes abismos del cielo
se cubren de obscuridad.
¿No ves que aquí perecemos?
¿Puedes dormir así cuando el mar agitado nos
abre profundo sepulcro aquí?

CORO:
Los vientos, las ondas, oirán tu voz,
«¡Sea la paz!»
Calmas las iras del negro mar,
las luchas del alma las haces cesar,
y así la barquilla do va el Señor,
hundirse no puede en el mar traidor;
doquier se cumple tu voluntad,
«¡Sea la paz! ¡Sea la paz!»
Tu voz resuena en la inmensidad;
«¡Sea la paz!»

2. Maestro, mi ser angustiado
te busca con ansiedad;
de mi alma en los antros profundos
se libra cruel tempestad;
pasa el pecado a torrentes;
sobre mi frágil ser,
y perezco, perezco, ¡Maestro!
¡Oh quiéreme socorrer!

3. Maestro, pasó la tormenta,
los vientos no rugen ya,
y sobre el cristal de las aguas
el sol resplandecerá.
¡Maestro prolonga esta calma,
no me abandones más;
cruzaré los abismos contigo,
gozando bendita paz!

Autor: Vicente Mendoza
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